Pusimos un rincón con harina (no os podéis ni imaginar lo que dieron de sí dos kilos). En él, la tocaban, trasvasaban de un contenedor a otro, la colaban, etc. Pusieron la clase perdida, pero mereció la pena, tan sólo con ver sus caras.
Aquí los tenéis:
También aprovechamos la harina para hacer ENGRUDO, que no es ni más ni menos que el pegamento casero que me enseñó mi abuela cuando era pequeña. Se mezcla harina y agua, y con él pegamos libremente papeles de colores que habían recortado otro día y guardado en un sobre. Aquí tenéis una pequeña muestra:
Tampoco nos faltó EL TALLER DE AMASADO. Después de manipularla, amasamos hasta hacer unas pequeñas pizzas, aunque no las pudimos hornear ni comer. Mirad algunas de sus expresiones mientras las hacían...